domingo, 14 de agosto de 2022

El himno nacional Cubano cumple 155 años

Se le llamó La Bayamesa por dos razones; primero con el objetivo de evocar La Marsellesa, himno francés convertido en símbolo de rebeldía para todos los oprimidos y segundo por nacer en la ciudad de Bayamo.

La letra y la música del Himno de Bayamo, devenido Himno Nacional Cubano, fueron compuestas por el abogado y patriota bayamés Pedro Felipe Figueredo y Cisneros, alias Perucho, un día como hoy pero de 1867. Vamos, que cumple hoy 155 años de creado.

“Perucho” nació el 29 de julio del año 1819. Condiscípulo de Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Vicente Aguilera, manifestó desde muy joven sus condiciones innatas para la música, al igual que sus inquietudes patrióticas. En 1867 Francisco Vicente Aguilera funda en Bayamo la logia masónica "Redención", que agrupó a los líderes independentistas, y Perucho se incorpora.

La organización fue constituida en la noche del 13 de agosto de ese año en la casa del rico hacendado Francisco Vicente Aguilera, quien fue designado su presidente, Francisco Maceo Osorio como su secretario, y Perucho como vocal. Sería presentada a los amigos en la reunión que se efectuaría la noche siguiente, el 14 de agosto de 1867 en la casa del propio Figueredo. 

Inmediatamente después de creado el CRB y a instancias de Maceo Osorio, quien le pidió que él como músico compusiera un himno que a semejanza del himno francés “La Marsellesa” enardeciera los ánimos y que sería “nuestra Marsellesa”. En la madrugada de aquella misma noche, el 13 de agosto de 1867 quedó compuesta la música del Himno de Bayamo (La Bayamesa) que se convertiría con el tiempo en el Himno Nacional de Cuba. 

Al día siguiente 30 visitantes de la casa de Perucho, escucharon por primera vez la melodía de la marcha, que tocaba Perucho con su piano, que sería llamada desde entonces "La Bayamesa". El 3 de mayo de 1868 Perucho le entregó al músico Manuel Muñoz, director de la orquesta de la Iglesia Mayor, una copia de su composición para que hiciera la instrumentación.

Al finalizar el acto, Julián Udaeta, el gobernador español, se acercó al compositor y le expreso que aquella marcha no le parecía religiosa si no mas bien marcial y Figueredo, que era abogado, le respondió al gobernador: “Usted no puede determinar que este sea un canto de guerra puesto que no es músico”. Figueredo fue detenido pero absuelto posteriormente.

Iniciada la contienda bélica el 10 de octubre de 1868 y después del fracaso de Yara, el alto mando mambí determinó proceder a la toma de Bayamo, lugar más estratégico de la provincia para el primer golpe certero a las fuerzas españolas. La toma se inició el día 18 de octubre a las siete de la mañana. La capitulación se firmó a las once de la noche del 20 de octubre de 1868 y marcó para la historia cubana, la primera victoria del ejército mambí.

Tras la ocupación, Perucho Figueredo montado en su caballo “Pajarito”, y en medio de una multitud enardecida, escuchó cuando se entonó su marcha y cómo el pueblo la secundaba. Extrajo una hoja de su cartera, cruzó una pierna sobre la montura del caballo y escribió la letra de la marcha. La hoja escrita pasó de mano en mano y el canto se multiplicó. Así, el 20 de octubre de 1868, en la primera ciudad libre de Cuba, se completó el nacimiento de nuestro himno nacional.

Perucho

Figueredo además del creador del Himno Nacional fue un relevante patriota, nombrado jefe de Estado Mayor.



Cuando se organizó en Guáimaro en 1869 el primer Gobierno en Armas de Cuba la Asamblea lo designo Mayor General y subsecretario de la Guerra, cargo que desempeñó hasta que por una delación, con los pies ulcerados y enfermo cayó en manos del enemigo en la hacienda Santa Rosa y fue conducido a Santiago de Cuba.

Ante el Consejo de Guerra que lo juzgó, exclamó: “Estoy seguro que a esta fecha mi puesto estará ocupado por otra persona de más capacidad, si siento la muerte es tan sólo por no poder gozar con mis hermanos la gloriosa obra de la redención que había imaginado y que se encuentra ya en sus comienzos”.

Ante el estupor de la sala, el héroe no hace silencio: “Con mi muerte nada se pierde, pues estoy seguro de que a esta fecha mi puesto estará ocupado por otra persona de más capacidad; y si siento mi muerte es tan sólo por no poder gozar con mis hermanos la gloriosa obra de la redención que había imaginado y que se encuentra ya en sus comienzos”. No respondió más preguntas. Los tres patriotas fueron condenados a muerte.

A las seis de la tarde todos entraron en capilla. Y allí, sentado en el suelo, con las ropas sucias y los pies ensangrentados, Perucho volvió a lucir inmenso. Hasta él llegó un enviado del Conde de Valmaseda para ofrecerle el perdón a cambio de dejar las armas.

La respuesta de Figueredo estremece: “Diga usted al Conde que hay proposiciones que no se hacen sino personalmente, para personalmente escuchar la contestación: que yo estoy en capilla y espero que no se me moleste en los últimos momentos que me quedan de vida”. Su suerte estaba echada.

Ese mismo día le escribe a su esposa una carta de despedida:

“Vive para todos nuestros hijos, sobre todo para nuestra Ester, a quien le repetirás diariamente el nombre de su padre. “A mi Eulalia, a Pedro, a Blanca, Elisa, Isabel, Gustavo, Candelaria, Lucita, Piedad y Ángel que reciban mis abrazos y mi bendición. “En el cielo nos veremos y mientras tanto no olvides en tus oraciones a tu esposo que te ama”.


Al día siguiente las cornetas españolas llamaron a formación a las cuatro de la mañana. A las seis ya todos los soldados estaban listos en el matadero de animales en espera de los reos. Dentro de la capilla, Perucho apenas podía caminar y ya esposado solicitó que le facilitarán un coche.

En el intento de burla final, sus captores le replicaron que tan cosa sería demasiado honor para un jefe mambí y le buscaron un asno. Otra vez Perucho los desarmó: “No será el primer redentor que cabalga sobre un asno”. El investigador cubano Eduardo Torres Cuevas resume aquellos minutos finales. "Los 25 miembros del pelotón avanzaron hacia los sentenciados, quedando separados por dos metros de distancia. 

Cuatro soldados prepararon a los tres revolucionarios, los que quedaron listos, primero Figueredo y, posteriormente, vendaron a Rodrigo Tamayo, quien antes de que taparan sus ojos miró a su hijo y extendió las manos esposadas con el objetivo de bendecirlo. Este bajó la cabeza. Listos los detenidos, se escucharon las órdenes, una a continuación de la otra, hasta la de «fuego». Se produjo una descarga uniforme y los tres patriotas cayeron muertos".

Los restos de patriota bayamés reposan en el cementerio de Santa Ifigenia. Luego de su muerte la familia marchó al exilio, mientras que Céspedes caería en combate cuatro años después. En 1878 el Pacto del Zanjón puso el final triste a una década de sangre y sacrificios iniciada por ellos. 

El 5 de noviembre de 1900, en La Habana, se efectúa la primera Convención Constituyente. En la apertura, la marcha compuesta por Perucho en 1867-68 es reconocida oficialmente como el Himno Nacional de Cuba, tal cual conocemos hoy. 

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