viernes, 2 de septiembre de 2022

A diferencia del Titanic, el Valbanera fue un naufragio de pobres

El Valbanera, a la derecha, avituallándose 24 horas antes de producirse el naufragio. El accidente sería recordado como el mayor desastre naval de España en tiempos de paz. 

Este diez de septiembre se cumplirán 103 años del naufragio del  barco Valvanera, navío que partió de las islas Canarias en 1919 y se hundió poco antes de llegar a La Habana con 488 pasajeros a bordo, por supuesto, isleños en su gran mayoría. 

Para nadie es un secreto que Canarias cuenta en su historia con una larga tradición de emigrantes. Ya en el siglo XVI, la Corona Española les enviaba a América como parte de su política poblacionista. Siglos después, la diáspora se iría convirtiendo en lo que el historiador Juan Francisco Martín Ruiz denominó “la emigración de la miseria”. 

Entre 1911 y 1920, con la exportación del viñedo y la cochinilla en crisis, 86.044 canarios y canarias (el 7,3% de la población de las islas) deciden probar suerte al otro lado del Atlántico. 

Cuba era el destino más sensato en esa época. Tras la abolición de la esclavitud, y con la explotación de la caña de azúcar y del tabaco en auge, hacía falta mano de obra urgente. Los emigrados canarios apenas sabían leer o escribir, pero sí que dominaban las labores de aquellas fincas, por lo que eran muy bien valorados. Muchos alargarían su estancia en la perla del Caribe durante años, entre otras cosas por ser Cuba la mejor opción para mantener a flote a sus familias. 

No pretendían robarle el trabajo a los cubanos, ni aprovecharse de los subsidios del Estado o invadir lentamente el país (por mucho que hoy día sean comunes estas acusaciones con respecto a la población inmigrante en las islas o España en general). El único propósito de los canarios de aquella época era el de construirse un porvenir que en su propia tierra les era negado. Con ese objetivo en mente, por encima de cualquier otro, viajaban la mayoría de ellos en un buque llamado Valbanera. 

Empezando por el nombre: Alguien se lo puso en honor a la Virgen de Valvanera de La Rioja, pero ese alguien confundió la “v” por la “b” cuando bautizó el navío. El 10 de agosto de 1919, unas 5.000 toneladas de acero y 130 metros de eslora se echaron a la mar desde Barcelona cargado de cientos de esperanzados. 

Zarpó desde Barcelona el 10 de agosto de 1919 con fardos de tejidos en sus bodegas; el día 13 llegó a Málaga donde embarcaron 44 viajeros y además cargó varias partidas de vino, aceitunas y frutos secos. Al día siguiente, en Cádiz, subireron 521 personas para llegar el día 17 a Las Palmas, donde subieron a bordo otros 259 emigrantes.

Cuba acogió a cientos de miles de españoles que necesitaba para incrementar una escasa población de un país con 1 millón y medio de habitantes; y un déficit de trabajadores necesario para hacer renacer una economía que había quedado muy dañada por la guerra.

En el puerto de Santa Cruz de Tenerife permaneció desde el 18 al 20 de agosto, con el fin de repostar carbón, avituallarse de agua y víveres frescos, y embarcar con 212 personas; de ellos 114 eran de Tenerife, 75 de la Gomera y 15 de la isla de El Hierro. El día 21, en Santa Cruz de La Palma, se unirían 106 viajeros más poniendo rumbo por fin a la mayor isla del Caribe. En el viaje la cadena del ancla se soltó y se perdió. Un segundo error que, para los marineros de la época, no tenía buenos presagios. 

Los datos oficiales hablan de 1.236 personas a bordo, pero académicos como Julio González Padrón calculan entre 1.700 y 2.000 al incluir a los posibles polizones. Aproximadamente el 90% eran canarios. Mientras unos pocos viajaban en camarotes, los emigrantes se amontonaban en los entrepuentes de las bodegas en condiciones infrahumanas. Sin intimidad, sin salubridad y sin resguardo ante las extremas temperaturas propias de altamar. 

Era el cóctel perfecto para desatar un brote de la temida “gripe española”. Las crónicas cuentan hasta treinta víctimas de la epidemia, ya cadáveres, tuvieron que ser arrojados por la borda. 

El barco llegó por fin a Cuba el 5 de septiembre. Su primera parada fue en Santiago de Cuba, en la parte oriental de la isla. En esta zona se encontraba gran parte de las plantaciones de azúcar, por lo que muchos pasajeros decidieron desembarcar en busca de trabajo. Para otro grupo el lugar de destino les quedaba más cerca de la capital. Cuentan también que algunos fueron a festejar su llegada a los bares de la ciudad, y entre rones y mojitos se despistaron de volver a embarcar. 

O también, que la niña Irene María Izquierdo que enfermó durante la travesía, lo que provocó que tanto ella como su familia se bajaran en esa zona para no someter a la pequeña a la cuarentena obligatoria de La Habana. Lo cierto es que, por una u otra razón, alrededor de 742 personas se salvaron de perecer en aquel terrible naufragio.

El naufragio 

Rumbo a La Habana fueron 488 personas, de las cuales al menos 408 eran canarias. Poco antes de llegar, el puerto de la capital les informó de que estaban cerrados por alerta de ciclón. Y entonces tuvo lugar el tercer error de la travesía: probablemente por la falta de comunicaciones y de instrumentos de medición precisos, el capitán del barco quiso alejarse del temporal precipitándose, sin saberlo, hacia su mismo vórtice. Así fue lo ocurrido....

El vapor Valbanera, buque correo trasatlántico español, fue construido en 1906 en Glasgow. En total viajaban 1142 pasajeros, 20 mujeres y 20 niños menores de 5 años.

El mismo día 5 el Valbanera zarpó hacia La Habana con 488 personas a bordo y, el día 9, por la noche, los vigías del Castillo del Morro, situado a la entrada del canal que conduce hasta la bahía y el puerto de La Habana, observaron que un barco emitía con insistencia la señal de “necesito práctico” a pesar de que se encontraba encendida la señal que indicaba que el puerto estaba cerrado. 

Fue por ello que los vigías le comunicaron por morse que tomara rumbo a alta mar para intentar capear el temporal, a lo que el barco le indicó, también por morse, que lo intentaría. Una vez pasada la tormenta no se volvieron a tener noticias del buque, numerosas embarcaciones de la zona se aprestaron a buscarlo con el apoyo de las autoridades de la estación naval de Cayo Hueso, así como varios cañoneros enviados por la marina de guerra cubana.

El buque había embarrancado en unas arenas movedizas entre las costas de Cuba y de Florida (EEUU). Se fue escorando sobre un costado al embate de olas gigantes y, en cuestión de minutos, se hundió. No emitieron señal de socorro. No sacaron botes salvavidas. 

Diez días después, un guardacostas de la Marina estadounidense encontró sus restos en los Bajos de la Media Luna. El buque reposaba a 12 metros de profundidad cerrado a cal y canto, y asomaban por la superficie los pescantes de babor y el mástil de popa. Se encontraba a 40 millas al oeste de Cayo Hueso, en la Florida. 

EL TERRIBLE SALDO 

De las 488 personas no se encontró ni un solo sobreviviente. El 23 de septiembre se confirmó la noticia en Canarias. El telegrama procedente de La Habana concluía: “No hay vestigio de sus 400 pasajeros”. Las iglesias de los pueblos cubanos y españoles hicieron repicar sus campanas durante días.

Sin embargo, no es una tragedia muy popular si la comparamos con la del Titanic, que ocurrió tan sólo siete años antes y dejó un saldo de 1.514 víctimas mortales. 

Cinco años más tarde, otra tormenta terminó de hundir para siempre los palos del Valbanera que aún sobresalían de la superficie. Casi veinte años después, la armada estadounidense desguazó parte del costado del barco para reciclarlo en los blindajes de sus barcos. 

En 1963, un nuevo temporal sacó de entre las arenas movedizas la hélice de babor del barco, y un chatarrero de Florida la extrajo con cargas explosivas para después venderla en un anticuario de Miami. Poco a poco, la historia de las víctimas del Valbanera fue quedando tan sepultada como sus restos.

Hasta que, en la década de los 60, un buzo estadounidense descubrió una entrada al buque. Allí, en un camarote, se topó con el cadáver de un niño flotando. Aquel suceso hizo pensar que todas los cuerpos permanecieron allí encerrados durante años, a resguardo de los tiburones y barracudas de la zona, pudriéndose lentamente sin que en España se hiciera nada por sacarlos. 

Para muchos la explicación era muy sencilla. El naufragio del Valbanera era un naufragio de pobres. Mientras que existen museos, bibliotecas y filmotecas enteras dedicadas al Titanic y a su naufragio en el que murió un elevado número de miembros de la clase alta de Inglaterra, el Valbanera sigue hundido entre misterios a más de cien años después.

Nota: 

El vapor Valbanera, buque correo trasatlántico español, construido en 1906 en los astilleros Connell & Co de Glasgow para la Naviera Pinillos Izquierdo, de 121,90 metros de eslora, 14,6 de manga, y 6,5 metros de calado, poseía dos máquinas alternativas de triple expansión que le generaban 444 caballos de potencia con las que alcanzaba 12 nudos de velocidad. 

Estaba al mando el capitán Ramón Martín Cordero, de 34 años, y su tripulación la componían 88 miembros que, por esos tiempos que no existían los adelantos meteorológicos de hoy, ni sabían de que en el golfo de México se estaba gestando un huracán asesino que acabaría con ellos.

Memorias

Fuentes: Diario de Avisos // www.alegando.com
Para consultar la lista de pasajeros: PINCHE AQUÍ

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