jueves, 6 de octubre de 2022

Alfonso de Borbón y su gran amor por las Cubanas

Edelmira Robato Sampedro y Alfonso de Borbón y Battenberg

La cubana Edelmira Robato y San Pedro, Condesa de Covadonga, hija del hacendado cubano Luciano Sampedro Ocejo y de Edelmira Robato y Turro, nació el 15 de marzo de 1906 en la ciudad cubana de Sagua la Grande, donde su padre poseía un ingenio azucarero.

Con veintiséis años se estableció junto a su madre y su hermana en la localidad suiza de Lausana, para restablecerse allí de una leve patología respiratoria, y fue entonces cuando conoció en el sanatorio de Leysin al príncipe de Asturias, don Alfonso de Borbón y Battenberg, hijo primogénito de don Alfonso XIII, que padecía de hemofilia. (problemas de coagulación de la sangre)

Durante unos meses atendió como enfermera al príncipe que se enamoró de ella locamente. Al punto de que además de declararse su amor, le propuso matrimonio contra la firme oposición de la familia real española y en particular del rey Alfonso. Tan fuerte le dio, que renunció a sus derechos sucesorios al trono español y su asunción del título de conde de Covadonga, por documento del 11 de junio de 1933. 

Diez días antes de esta renuncia, ya se había casado por la iglesia y por lo civil en un matrimonio celebrado en Lausana y religiosamente en la Iglesia del Sagrado Corazón de Ouchy, en ausencia del ex rey de España por supuesto.

Edelmira Robato y el príncipe Alfonso de Borbón.

Las crónicas sociales no volverían a mencionar la visita de un miembro de la familia real española a La Habana hasta la llegada de este noble, cuarenta años después de la controvertida Eulalia de Borbón, aunque ya despojado de su condición de heredero de la corona por el amor profesado a una "plebeya cubana".

Le iban las Cubanas

La estancia del primogénito de Alfonso XIII causó revuelo en la capital Cubana. Según los periódicos de la época, Alfonso y Edelmira fueron recibidos por el entonces presidente provisional Carlos Mendieta en el Palacio Presidencial, en un "sonado cóctel" que se ofreció en su honor en el fastuoso edificio Bacardí de la Habana.

Rechazó ser llamado por los títulos nobiliarios y evitó hablar de política, mientras esquivó las intenciones de la aristocracia habanera por monopolizar su tiempo y prefirió la compañía de jóvenes de su edad. Preguntado por un reportero de la afamada revista cubana Bohemia si de verdad amaba tanto a Cuba, el príncipe respondió: "Tanto, que me casé con una cubana y me voy a casar con otra".

Dicho y hecho. 

Don Alfonso, que era tío abuelo del hoy rey Felipe VI, murió muy joven tras un accidente de tráfico en la ciudad de Miami. Pero antes vivió brevemente en la Habana con Edelmira Sampedro hasta que se se divorció en 1937 para casarse, dos meses después, con con otra criolla, bellísima por cierto, doña Marta Ester Rocafort y Altuzarra. 

Marta Ester Rocafor Altuzarra

Marta era hija del dentista cubano Blas Rocafort González y de Rogelia Altuzarra Carbonell, y había nacido en La Habana el 18 de septiembre de 1913. Con algo más de veinte años trabajaba en Nueva York como maniquí de alta costura y fue allí, precisamente, donde conoció al príncipe Alfonso. 

Con ella se casó en La Habana el 3 de julio de 1937, y un detalle que muchos cubanos quizás no sepan, el padrino de la boda fue nada menos que el general Fulgencio Batista. Sin embargo este matrimonio tampoco llegó a buen puerto y terminó en divorcio. Según aseguró el escritor Ismael Fuentes en su libro, "Yo Alfonso III", más de la mitad de su vida se los pasó internado en hospitales, sometido a operaciones y dolores terribles. 

Era incapaz de disfrutar de la vida, pues tras una de aquellas operaciones se había quedado imposibilitado de fecundar. Luego de afincarse definitivamente en los Estados Unidos, Marta contrajo un segundo matrimonio el 18 de marzo de 1938 en la ciudad de Miami con el millonario norteamericano E. H. Adkins, de quien también se divorciaría mas tarde para volver a casarse con el cubano Rodolfo Caballero. Marta falleció en Miami el 4 de febrero de 1993.

La Monarquía y su relación con la Habana 

En una breve estancia en la Habana en 1999 para asistir a la IX Cumbre Iberoamericana, el rey emérito y su esposa doña Sofía, tuvieron un encuentro con el fallecido dictador Fidel Castro y este, para congraciarse, le mostró algunas fotos de sus padres viviendo en La Habana, imágenes que posiblemente el rey Juan Carlos no había visto hasta entonces. Ya sabemos la riqueza histórica que atesoró el tirano a su llegada al poder. "Me han llegado al corazón", dijo el monarca cuando las vio.

Por cierto, a su llegada al Palacio de los Capitanes Generales, la sede del Gobierno español en la Cuba colonial, el mismo que describiera admirada la infanta Eulalia en aquella controvertida visita a la Habana, el rey se negó a sentarse en el trono situado en ese salón. De hecho ningún soberano lo había hecho con anterioridad, de ahí su nombre de "trono intocado". Según Juan Carlos, su negativa era porque en ese trono "no cabían todos los españoles que representaba".

Y aunque Juan Carlos I regresaría a La Habana ya como rey emérito al frente de la delegación española a los funerales de Castro en el 2016, no sería sino su hijo, Felipe VI, quien acompañado de la reina Letizia, visitaría la Habana en su condición del Rey y jefe del estado Español en más de 400 años como colonia y 500 de fundada.

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