sábado, 5 de noviembre de 2022

Lorca dio rienda suelta a sus pasiones en aquella pecadora Habana de los años 30


Después de permanecer durante seis meses en los Estados Unidos, Federico García Lorca llega a La Habana un 7 de marzo de 1930, en una visita que se prolongó hasta el 12 de junio del mismo año.

La estancia Cubana le permitió recuperar su lengua, durante meses menguada por su estancia en Nueva York; recupera también un espacio urbanístico más allegado y cordial en una ciudad que todavía sigue siendo muy española. 

Como el mismo dijo : «ciudad fortaleza», la «ciudad convento» y la «ciudad posada», tan españolas, con el despertar de una «ciudad monumental».... «Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba».

Lorca recupera por primera vez en su vida el deseo de libertad, mediatizado por el vuelco ideológico que se apodera de su escritura en Nueva York, y por el erotismo irradiante de la naturaleza tropical y la fascinación que le producen esas «gotas de sangre negra que llevan los cubanos». Así lo describía en su conferencia en su viaje a Nueva York en aquellos días:

"Pero el barco se aleja y comienzan a llegar, palma y canela, los perfumes de la América con raíces, la América de Dios, la América española. ¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial?. Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez".


VISITA SANTIAGO DE CUBA

Lorca llegó un 1 de junio de 1930 a su añorada Santiago a bordo del Tren Central Habana-Santiago. En los salones de la Escuela Normal de Maestros, el escritor impartió su única conferencia en dicha ciudad, "La mecánica de la nueva poesía". Si La Habana le recordaba a Cádiz, Santiago de Cuba, en cambio, le evocaba a su querida Granada por sus montañas y por el verdor de sus patios.

Con un grupo de amigos habaneros en el Miramar Yatch Club

A su regreso a la Habana, Federico quedará prendado muy pronto por el sonido de las noches Habaneras de maracas, de bongós y de claves. Sobre todo en la zona de la Playa de Marianao, y en especial en "Las Fritas", donde el poeta se iniciaría en el conocimiento del son en compañía de jóvenes y viejos soneros.

En aquellos tiempos la playa de Marianao estaba repleta de cabarets, bares y centros nocturnos, muchos de mala muerte, como el "Panchín", el "Pompilio", la famosa "Academia de baile" tarifada a 10 cts la pieza. "El Rumba Palace", "El Niche", con el gran rumbero "Chori y la Choricera", "Los Tres Hermanos", el "Pennsylvania" y la "Taberna de Pedro". 

Una de aquellas zonas, hoy todas desaparecidas, estaba repleta de establecimientos que vendían "fritas", una especie de "zona liberada" con varios "prostíbulos y posadas" a su alrededor, entre ellas la muy conocida "La Finquita", que fue una de las preferidas del Lorca acompañado de su colega colombiano Porfirio Barba, un experimentado "guía turístico Habanero". 

Aquel ambiente libertino repleto de cervezas Hatuey, highballs de Canada Dry y de tragos de ron Matusalén, fascinó a Lorca, como no podía ser de otra manera, viniendo de aquella España censuradora y proscripta. No había una noche en la que el Granadino no acabara en aquel ambiente, donde la rumba y los ritmos tradicionales cubanos alcanzaban su máxima expresión.


Desde un punto de vista literario, los hermanos Loynaz —Flor, Dulce María, Carlos y Manuel Enrique— serán sus principales interlocutores. Muchas tardes pasará García Lorca en compañía de estos músicos y poetas en «mi casa encantada», como le gustaba llamar a aquella residencia del Vedado Habanero. 

La relación de Lorca con los Loynaz se centró sobre todo en Flor y en Enrique; no tanto en Dulce María, que sin embargo con los años llegaría a ser poeta y ganadora del Premio Miguel de Cervantes en 1992. Lorca criticaba a Dulce María por lo que él creía escribía unos "versos muy malos". Era evidente que la poetiza no le cayó muy bien que digamos.

A lo mejor Dulce María no coincidía en sus gustos o estilos poéticos, lo cierto es que en una carta a Aldo Martínez la Loynaz le cuenta: «Lorca nunca escribió sobre mí. Los poetas no son aficionados a escribir sobre otros poetas y, además, no estimaba mucho mi poesía y sí la de Enrique»; Lorca dejó una huella profunda la vida de la poetisa, no así en su poesía.

Los cuatro hermanos eran poetas y habitaban en una gran mansión señorial. En el caso de Enrique, podría decirse que fue como "el quinto hombre de la vida de Lorca", al menos en la Habana, aunque si de amistad hablamos su hermana Flor, la loca y arrebatada Flor, fue su preferida. 

Lorca en la playa de Marianao

Se decía que hubo cuatro hombres en su vida, el maestro Salvador Dalí, uno que siempre rechazó sus propuestas homosexuales, el escultor Emilio Aladren, al parecer una relación constatada, el estudiante de ingeniería Rafael Rodríguez Rapún y el poeta, y granadino igual, Eduardo Rodríguez Valdivieso.

Lorca murió fusilado cuando apenas contaba 38 años de edad, en una fatídica noche del 18 al 19 de agosto de 1936. A más de 86 años de su muerte, supuestamente por ser izquierdista, homosexual y masón, todavía el lugar donde descansan sus restos siguen siendo un misterio. 

Se piensa que está enterrado cerca de Viznar, en Granada, Andalucía, en una de las tantas fosas comunes que aun permanecen cerradas. Se cree que reposa junto a los cadáveres de Francisco Galadí, Joaquín Arcollas, y el maestro Dióscoro Galindo, fusilados también ese mismo día por balas Franquistas.

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