domingo, 5 de marzo de 2023

Historias de bandidos Cubanos: El sanguinario Indio Bravo

Puerto Príncipe por aquellos años

Imagine un escenario de 30 mil habitantes y donde 20 vivían en la ciudad. De manera que los campos estaban prácticamente despoblados y, por ende, cundía la ley del mas fuerte o como en este caso, la del más sanguinario y aborrecido de los malhechores. Hablamos de un tal "Indio Bravo" y del Puerto Príncipe, Remedios y Sancti Spiritus de finales del siglo XVIII. 

La figura del bandolero "Indio Bravo" surgió con el primer año del siglo XIX. Fue un notorio bandido y asaltador de caminos, muy comunes en Cuba por aquellos años, que operaba en Puerto príncipe, entonces Camagüey, provincia que recorría y asolaba, -según decían - en un inmenso caballo negro y armado con un "trabuco"*. Sin embargo jamás se supo su nombre de pila. 

Según Roberto Méndez en su libro "Leyendas y Tradiciones del Camagüey", este bandido sacrificaba las vacas ajenas no para comer su carne, simplemente les arrancaba la lengua que era su comida preferida, la lengua asada. E incluso, las veces que efectuó algún secuestro fue para para exigir comida a cambio". La primera vez que le vieron fue en la zona de "Pelo Malo" y muy cerca del "Escambray".

Sin embargo, no se sabe como, pero su maldad fue más allá de lo imaginable, al punto de convertirse en un caníbal y encima ¡¡de Niños!!. Hay quien dice - los más patriotas claro - que eran rumores y habladurías, pero el hecho de que la gente le acusara de semejante delito, indicaba que algo raro estaba pasando. 

Es más, registrado está que asaltó la hacienda de Pedro Barba y robó la casa de D. José Manuel del Portal, estando sola su esposa con algunos niños, llevándose consigo a dos de sus hijas, Luciana de Jesús, de siete años y María Inés, de seis. A la primera la asesinó al siguiente día y sus restos los dejó en las márgenes del rio Caunao, en Cienfuegos, mientras que a la otra jamás la volvieron a ver. Posteriormente, y aprovechándose que estaban solas, asaltó la casa de Catalina Velis, en la Torre, hiriendo gravemente a doña María Caridad de León.

En el archivo histórico provincial de Puerto Príncipe existen recogidos varios casos de niños secuestrados en aquella zona, como el de otra niña en la zona de "Magarabomba", datos que fueron corroborados por el agente e historiador local Juan Torres Lasqueti, quien en su labor de comisario de Fortificaciones y de la cárcel Nacional, de la Tesorería y contador por designación del capitán General de la Isla, tuvo acceso a todos aquellos informes.

Total, que la población andaba horrorizada. Precisamente la desaparición de uno muy conocido en aquella comarca, fue lo que motivó la presión sobre este temible bandido y su posterior captura. También es cierto que no fue hasta el mismo comienzo del siglo XIX que se instaura en Santa María los tribunales de la "Real Audiencia". Antes, aquellos territorios estaban "a la buena de dios".

Pero vamos por pasos. 

En Puerto Príncipe la gente estaba convencida de que "El Indio" era caníbal y que para saciar su macabro deseo se robaba a los niños y se alimentaba con ellos. Decían que les sacaba el corazón para beber su sangre. El pánico cundió rápidamente, ya nadie se sentía seguro al atravesar los caminos. Las madres recogían temprano a los niños, las puertas estaban cerradas "a cal y canto" y todas las medidas de seguridad eran pocas. 

Por otro lado Abel Marrero en su libro "Tradiciones Camagüeyanas" apunta: 

"Aquella población de bravos principeños, armados todos como era la costumbre, se acobardó, se hizo víctima de la cobardía colectiva, tan poco común en el mundo.

Una ola de terror los hizo salir a sus fincas, ingenios y sembrados en piaras y grupos bien armados, temblando de terror al suponer algún encuentro con el Indio. El miedo se extendía, en la villa se encerraban sus habitantes a las siete de la noche, apagaban los pocos faroles del alumbrado… porque el Indio recorría en su caballo negro la ciudad". 

En 1801 el ayuntamiento prometió recompensar al que lo capturara con 500 pesos, una suma elevadísima para la época. Sin embargo seguía suelto. No se le atrapó entonces ni tampoco en los años siguientes. En mayo de 1804 el funcionario del cabildo, Juan de Dios Betancourt, aprobó un plan para la captura del que clasificaban como "guachinango" y, a partir de ahí, se inició su cuenta regresiva.

Entonces se produce el secuestro del niño José María Álvarez González, hijo de un vecino principal de la villa, lo que apresuró y concentró las acciones de su búsqueda y captura. Muchos lugareños se sumaron con el fin de evitar, decían, que el tierno infante fuese devorado por el malhechor. El 11 de junio de 1804 le llegó al fin la hora al tal Indio Bravo. 

Dos vecinos de la finca Cabeza de Vaca, Don Serapio de Céspedes y Don Agustín Arias, lo capturaron y lo ajusticiaron en el acto. Sin embargo se dijo que fue un esclavo de este ultimo quien en realidad dio muerte, y por su condición de esclavo no pudieron cobrar la recompensa. Ni siquiera por las gestiones que hiciera el alcalde Don Santiago Hernández. Al filo de la media noche de ese día Indio Bravo entraba por última vez a Camagüey, pero con los pies por delante.

En la Plaza de Armas se expuso su cadáver a la curiosidad y al escarnio. Pese a lo intempestivo de la hora las iglesias echaron sus campanas al vuelo y los templos se abarrotaron de fieles que agradecían haber sido librados de aquel azote real, pero que en buena parte inventaron. Al día siguiente el pueblo se lanzó a la calle lleno de alegría para celebrar el San Juan tradicional con júbilo desconocido hasta entonces. 

Y como los Cubanos "somos como somos", con el paso del tiempo la figura de este Indio Bravo se convirtió en "un ejemplo de rebeldía o de bandolero romántico", dependiendo de quien hablara. Es más, en 1893 le pusieron "Indio Bravo" a un periódico independentista y clandestino, fundado por Raúl Acosta León.

A la mente me vinieron Félix Gallo, Juan María, Fello Hernández, Hermenegildo Ponce, Lengue Romero, Desiderio el tuerto, Montelongo, Gallo Sosa, Matagás y hasta el mismo Agüerito si te pones a ver. Y es que la fascinación de algunos mambises por el bandolerismo fue notaria. De hecho muchos lo fueron, lo eran y lo seguían siendo en algunas de las tres guerras, aunque el grito de "Cuba Libre" le sirviera como "patente de corso". 

Fuentes: Actas capitulares del archivo histórico provincial: Noviembre del 1801 // Internet//Trabuco: Especie de fusil de grueso calibre con el cañón mas abierto en la punta.

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