viernes, 26 de julio de 2024

Veintiséis de julio de 1953: Nada que celebrar


Hoy se cumplen 71 años del asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, la segunda fortaleza militar en importancia en el país, dotada de una guarnición de 400 soldados. Hoy ya no tanto, no hay con que, pero años atrás el 26 de julio era una fecha celebrada en Cuba por todo lo alto. 

Sin embargo, más allá de la retorica del régimen en torno a este acontecimiento, el historiador cubano americano ya fallecido, Antonio de la Cova escribió un libro que tiuló "The Moncada Attack: Birth of the Cuban Revolution", donde incluye más de 100 entrevistas (115) con participantes en los sucesos que entonces vivían en el exilio, de ellos 14 asaltantes, 47 militares y policías y 54 civiles, digamos políticos, abogados de la defensa y otros protagonistas.

En este libro se plantean varias versiones que contradicen la narrativa del régimen, que de hecho no tiene porque tener la verdad absoluta, y entre ellas se encontraban las de funerario que fue a buscar los cadáveres de los asaltantes al hospital, y donde ni él, ni los médicos forenses, Manuel Prieto Aragón, Carlos Padrón Ferrer, José Ramón Cabrales Arjona y Alipio Rodríguez López, encontraron huellas de torturas, de disparos sí, pero no de tormentos. 

De hecho el teniente custodio Jesús Yánez Pelletier, le dijo que no hacía falta torturar a nadie pues todos los asaltantes hablaron al instante, mientras que el citado funerario, Manuel Bartolomé, tampoco las vio en el cadáver de Abel Santamaria. Jamás, oiga bien, jamás nadie pudo mostrar las pruebas, ni siquiera su hermana, de que estuviera sin ojos. 

Ahí están las fotos de SIM tomadas de todos los cadáveres y sus respectivas armas. ¿Por que es que el Castrismo jamás la ha publicado, si en teoría el archivo fotográfico debió haber caído en poder de las fuerzas rebeldes al triunfo de la revolución?. En cambio la tétrica versión de los "ojos de Abel" hoy sigue martillando el subconsciente de los Cubanos.

LAS ARMAS. El embuste.

Financistas los hubo, siempre los hay, entre ellos una amante de Fidel Castro de nombre Naty Revuelta, que contribuyó con la nada despreciable cantidad de 5,500 pesos. Ambos estaban casados pero mantenían una relación amorosa secreta, que dio fruto a una hija que le salió rebelde, Alina Fernández. 

Por otro lado, es sabido que estafaron a las armerías un día antes, ya que empezaron comprando algunas armas en efectivo y otras con cheques buenos, con fondos, lo que hizo que los armeros se confiaran. El día antes compraron el grueso de las armas y solo pagaron el 20% de ellas en efectivo, el resto fue con cheques igual, pero lo único que los armeros no sabían era que esos cheques no tendrían con que cobrarse. No solo no le pagó, es que en 1959 Castro se las expropió todas.

El padre de la esposa de Fidel, Mirta Díaz Balart, era ministro del régimen de Fulgencio Batista, mientras su hermano subsecretario de Gobernación. Otro dato que muchos en Cuba desconocen, es que los comunistas condenaron este ataque, de hecho mantuvo a su hermano Raúl, que lo rea, todo el tiempo al margen hasta ultima hora. 

Hoy se conoce que las pruebas de la parafina a Raúl Castro dieron negativas, con lo cual es una farsa que realizó disparos, como tampoco se ha publicado que doce de aquellos asaltantes consiguieron escapar, "extraviados", del ataque del cuartel de Bayamo, como el holguinero Ernesto Tizol, aunque en el caso del Marianense Hugo Camejo y de Pedro Véliz, se conoce que murieron asfixiados, y que Andrés García logró salvar la vida milagrosamente haciéndose pasar por muerto.

En su idea, Castro visualizaba a Santiago por varias razones, una porque había sido allí escenario de las guerra de Independencia en el siglo XIX, y además, como se encontraba situado en el otro extremo de la isla, rodeado de montañas, tenía mala comunicación con la Habana de manera que en caso de éxito, y como se suponía que los refuerzos tardarían en llegar, dispondría de tiempo suficiente para desbancar de armas el cuartel. Incluso, tenía fe que la población Santiaguera secundara sus planes de alzamiento.

Toda la infraestructura fue escondida en, Villa Blanca, una granja que era alquilada para fiestas, en momentos en que la ciudad se prestaba a celebrar sus carnavales. De hecho Batista supo - por medio de una delación - que iba a ser atacado el Moncada, avisándole al coronel Alberto del Río Chaviano, el jefe, que se mantuviera alerta. Este, en cambio, se fue a festejar a pesar de las advertencias, lo que aprovechó muy bien Castro para su supuesto sorpresivo ataque.

A las 5 de la mañana del 26 de julio de 1953, una columna de 16 vehículos salió de Villa Blanca con unos 120 implicados en el asalto, no llegaron todos, pues varios autos se averiaron, se perdieron, o decidieron no intervenir, en los cuales venían alrededor de 30 asaltantes. El resto se dividió en dos grupos, uno trataría de neutralizar el palacio de justicia y el hospital, mientras que Fidel, junto con otros 70, atacaría la fachada de la fortaleza. Solo un coche, con cinco asaltantes, consiguió traspasar las postas, todos terminaron acribillados.

Luego de percatarse que el factor sorpresa había fallado al ser repelidos por una escuadra de vigilancia, Fidel Castro ordena la retirada apenas 20 minutos de iniciado el ataque. Tanto los del hospital, como los de justicia, ni se enteraron de esa retirada, recibiendo el rigor de la respuesta del coronel Chaviano. Solo 23 consiguieron salvar la vida, el resto fue liquidado. En el ataque murieron 18 soldados constitucionales y 25 resultaron heridos, también murieron nueve asaltantes mientras que los otros 45 que cayeron prisioneros de Chaviano, terminaron asesinados.


Precisamente, ese grueso de ejecutados fue lo que le salvó la vida a Fidel Castro. La noticia se regó como pólvora y no tardaron las condenas. El gobernador de la entonces provincia de Oriente, Waldo Pérez Almaguer, renunció a su cargo en protesta por la matanza perpetrada por Chaviano, mientras que Fulgencio Batista, para salvar su responsabilidad, ordenó que Fidel no fuera tocado ni con el pétalo de una flor. Estas actitudes terminaron por convertir en éxito desde el punto de vista político aquel sangriento, tanto fue así que apenas cinco años y pico después, entraba triunfante en la Habana apoderándose de un poder que no perdió hasta su muerte en 2016, y que aún perdura 65 años después.

Fidel fue apresado el 1 de agosto de 1953 por un sargento de nombre Pedro Sarría Tartabull, que lo entregó cuando recibió garantías, con la mediación de la iglesia católica, entre ellos el arzobispo español de Santiago de cuba, reverendo Enrique Pérez Serrante, de que no sería ejecutado. De hecho Serrante en persona participó en la búsqueda de Castro y sus hombres cundo estaban huidos, junto al dirigente de la Acción Católica Enrique Canto y el periodista Juan Emilio Friguls Ferrer, redactor del Diario de la Marina.

Además, no debemos olvidar que los lazos familiares que unían a Castro con su familia política Díaz Balart, jugaron también su papel a la hora de "salvar el pellejo". Al final el prisionero 4914, Fidel Castro, solo recibió la ridícula condena de 15 años de privación de libertad, bastante baja teniendo en cuenta la gravedad de los hechos. Además los 32 acusados tuvieron que pagar una cantidad de 50 mil pesos a los familiares de los soldados asesinados y que al final se quedaron esperando.

No solo eso, Batista exigió garantías de su seguridad y la de los demás reos en el poco tiempo que se mantuvieron encarcelados, apenas tres años, saliendo en libertad gracias a una amnistía, la No. 2 del 6 de mayo de 1955. Por su parte su hermano Raúl, Ernesto Tizol, Pedro Miret y Oscar Alcalde, fueron condenado a trece, mientras que a diez a Ramiro Valdés y el resto a condenados de hasta siete meses. Incluso diecinueve de ellos fueron absueltos, mientras que seis fueron condenados estando prófugos. 

En cuanto a las dos militantes del partido ortodoxo, Melba Hernández y Hayde Santamaría, hermana de Abel, el numero dos de Fidel muerto en el asalto, apenas siete meses de cárcel. En una carta pastoral titulada "Vida Nueva", que publicara el Arzobispo Serrante el día tres de enero, apenas 72 horas después de derrocado Batista, decía lo siguiente:

"Queremos y esperamos una República netamente democrática, en la que todos los ciudadanos puedan disfrutar a plenitud la riqueza de los derechos humanos, una República en la que, sin nivelar a todos los hombres totalmente, porque esto es imposible, se sientan todos tratados con dignidad, propia del ser humano".

Serrantes no solo murió en Santiago de Cuba el 18 de abril de 1968 esperando esa republica, es que Castro lo sometió al ostracismo a la vez que había ya expulsado de Cuba a 136 sacerdotes. Solo quedaron 50 sacerdotes para atender las más de 60 iglesias que existían en La Habana. Serrantes no solo murió en Santiago de Cuba el 18 de abril de 1968 esperando esa republica, es que Castro lo sometió al ostracismo a la vez que había ya expulsado de Cuba a 136 sacerdotes. Solo quedaron 50 sacerdotes para atender las más de 60 iglesias que existían en La Habana.

Otro dato del que apenas se habla es que 27 de aquellos asaltantes rompieron con las ideas de Fidel Castro y sus planes revolucionarios posteriores al Moncada, mientras que de los 82 expedicionarios del yate Granma en 1956, solo 20 fueron sobrevivientes de aquel ataque, entre ellos Mario Chanes de Armas, uno de los plantados históricos que cumplió su condena hasta el ultimo día. Otros se desvincularon totalmente de sus ideas. 

Hoy, en cambio, vemos esa dictadura Castrista le aplica a sus encarcelados, excarcelados y perseguidos políticos, medidas represivas mucho más severas que las que hubieran tenido que cumplir ellos en caso de que no hubieran sido amnistiados. Incluso, mantiene en las cárceles a reos muy jóvenes con sanciones iguales de quince años, pero que a diferencia suya que mató a 18, el único delito de estos fue pedir libertad.


Tomado de Maldita Hemeroteca.
Fuentes: Citadas en el texto 

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