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EL OCASO DE UN HÉROE

Mayor General José María, "Mayí" Rodriguez en el medio y su escolta. // 

Hay un chico en titktok, no recuerdo ahora su nombre, que su contenido es básicamente sobre el pasado de Cuba que, como reciente emigrante que es, según dijo él mismo, ha descubierto en la internet desde que se vino a los EEUU. Y eso es bueno, porque además de que se ilustra, los conocimientos adquiridos los esparce por las redes para el consumo de los más sorprendidos. 

El problema está, a mí modo de ver, que aún no está muy ducho en la búsqueda de fuentes explosivas, esas que van un poco más allá y que por lo general no suelen ser muy fáciles de encontrar. Por ejemplo, uno de sus trabajos tuvo como tema el icónico mambí Quintín Banderas, un personaje que la narrativa castrista y alguna no tanto, se han encargado por años de edulcorar. 

No se trata de hacer un recuento de toda la vida del general de división José Quintino Bandera y Betancourt, pero sí tocar algunos aspectos que hicieron que este santiaguero viviera vidas tan distintas y a la vez tan poco conocidas.

Una, la que más abunda, es la del recio mambí que bajo las ordenes de Carlos Manuel de Céspedes primero y del lugar teniente general Antonio Maceo después, protagonizó varias de las más heroicas páginas en las tres guerras de independencia. La otra y muy triste por cierto, se ha mantenido en un limbo porque produce sorpresa y a la vez rechazo. Como me dijo una vez un amigo, Quintín Banderas fue ese ángel caído tras ser expulsado del infierno.

Su actitud beligerante en la Brigada de Cambute, al mando del General de Brigada Jesús Pérez primero y del capitán Limbano Sánchez después, hizo que Maceo "le fichara", con agrado en 1878, con perdón de la frase, como jefe de infantería del regimiento Santiago con los grados de teniente coronel. 

Con Maceo estuvo hombro con hombro hasta en la paz del Zanjón, que se alzó de nuevo en la fracasada "guerra chiquita". En esta etapa es detenido mientras huía en dirección a Jamaica, siendo enviado como prisionero a Cádiz y luego a la prisión de Mahón, en las Islas Baleares. Allí estuvo hasta que fue indultado en 1886.

José Martí no tarda en llamarle en el levantamiento del 1985 y le designa para el cargo de jefe del regimiento "Aguilera" en la zona de Palma Soriano, batiendo el cobre en Paraíso, Peralejo, Baire, San Francisco, Santa Bárbara, Vega y Cautillo, entre otros.

Era un verdadero torbellino bélico, y Maceo "sucumbió a sus encantos" entregándole la dirección del regimiento de infantería que el 22 de octubre de 1895 con el que partió de Magos de Baraguá ya con los entorchados de brigadier. Posteriormente el generalísimo Máximo Gómez le designa desde febrero de 1896 jefe interino de 1ra. División del 4to cuerpo en las zonas de Sancti Spíritus, Remedios y Trinidad. De momento dejémoslo aquí.

General degradado Quintin Banderas.  

Como se puede apreciar, Quintín contaba con toda la confianza de los máximos líderes de aquel ultimo levantamiento, sobre todo porque fue un pilar en la invasión con su temida infantería. Sin embargo, es al lado del Titán de bronce cuando empiezan algunos de sus problemas.

Primero estuvo detenido en la finca Manuelita por no obedecer a Maceo, que incluso le destituyó de su cargo. Sin embargo, le vuelve a dar otra oportunidad y lo nombra Jefe de la 1ra División del 4to Cuerpo en la zona de Trinidad, provincia de las Villas.

Nunca fue santo de devoción del mayor general santiaguero José "Mayía" Rodríguez, y aunque contará con total confianza de los grandes jefes, no le iba a permitir ni el menor de los incumplimientos. No han faltado los que han señalado esta etapa como plagada de intrigas y envidias entre algunos jefes, pero lo cierto fue que fueron sus propias indisciplinas las que le pasaron factura y bastante cara además. Veremos porque.

Primero desobedeció las ordenes nada menos que de Calixto García, quien le ordenó en marzo de 1897 marchar hacia occidente como jefe de la Primera División del Cuarto Cuerpo. En cambio se niega de plano y decide marcharse de nuevo para "su reino" de Trinidad. En otra, muy gorda además, demoró la recuperación de un cargamento de armas, entre ellos un cañón, por estar "vacilando con mujeres". 

Así lo señaló Mayía, respondiendo Quintín como falacia hacia su persona. El mayor general Máximo Gómez "no se traga la píldora" y menos viniendo de quien vino. Gómez decide entonces arrestarlo y juzgarlo ese mismo año 1897. Como resultado recibe una dura condena de separación del ejército.

¿Los delitos?, desobediencia, insubordinación, sedición e inmoralidad. (Se dijo incluso que había cometido violaciones de mujeres en la zona de Trinidad). Puede que solo una hoja de servicios como la suya le haya librado de un fusilamiento que Gómez no solía perdonar. Eso trajo como consecuencia, que la cuantía de su jubilación se viera afectada seriamente de general a soldado raso.

Molesto como estaba, se suma a una rebelión en la zona del Wajay, en Marianao, que termina en asaltos, bandolerismo y hasta en muertes. Ante el fracaso de aquella rebelión, solicita un salvo conducto que le permita marchar al extranjero que le fue denegado.

    Estatua suya fue develada en 1953 en el parque Trillo

Así, destituido y siendo prácticamente un "apestado", se opuso desde el primer momento a la intervención norteamericana. En resumen, Quintín se convierte en un incordio para el nuevo gobierno de cuba libre.

Aquella etapa fue el comienzo de un "vía crucis" que terminó en tragedia. Primero, consideró que el salario de soldado en la jubilación del ejército no se correspondía con lo que había hecho por la libertad de Cuba. Quería comprarse una finca y ese dinero no le alcanzaba para su propósito. 

Encima analfabeto como era, no entregó a tiempo la documentación requerida para la reclamación de los haberes, como le había indicado el entonces ministro de gobernación general Fernando Freyre de Andrade. Fue tal el trato dispensado, que deambulaba por Santiago de Cuba con sus entorchados de general y nadie le tendía la mano. 

Le fue negada una plaza como "inspector de montes" en Guantánamo, y el presidente Estrada Palma le ofreció un empleo al frente de la recogida de basura donde terminó despedido. No obstante logra firmar con Crusellas, fabricante del jabón de lavar Candado, un contrato publicitario que lo saca del atolladero económico en que se encontraba.

Muchos no entienden aquel trato y mucho menos el final tan absurdo y violento que tuvo. Otros, en cambio, y manipulando como siempre, se han aprovechado de su antagonismo con Estrada Palma y con el ejercito norteamericano, para soltar el habitual discurso. Se ha dicho incluso que Estrada Palma lo mandó a eliminar por venganza, y es que a la altura en que estaban ya los acontecimientos, no nos extrañaría nada, sobre todo a raíz de afrontar la peor de sus decisiones que fue alzarse contra su patria. 

¿Cuántos le viraron la espalda?. 

No fue Estrada Palma quien lo fulminó como soldado. Maceo y Gómez lo suspendieron y lo degradaron antes. Encima imagine por un momento que la única persona que le dio un trabajo cuando más lo necesitaba, de pronto se ve amenazado por alguien sumamente peligroso y que lidera un alzamiento en su contra. ("La guerrita de agosto").

Víctima de una delación, el 23 de agosto del 1906 se designa al general Alejandro Rodríguez al mando de una unidad de la Guardia Rural, para que lo salga a buscar vivo o muerto. En ese momento Quintín se encontraba muy cerca de la Laguna de Ariguanabo, en una finca llamada "El Garro" situada entre las localidades del Cano y de Arroyo Arenas, propiedad de Manuel Silveira, uno de sus simpatizantes.

En un principio pensó que venían a por él en son de paz, pero una vez se vio emboscado vendió cara su captura y presentó resistencia. Según dos testigos que quedaron vivos en la refriega, entre los que estaba su propio ayudante, el comandante Desiderio Piloto, Quintín fue fulminado a tiros por sorpresa y luego macheteado.

No solo él, también sus ayudantes Ángel Martínez y Joaquín Garrido. Para colmo de males, su entierro fue de pena. Lo sepultaron en una tumba con un nombre falso, el del párroco del cementerio para que así estuviera localizado al menos. Sin duda que fue un final que no se merecía un hombre como el que lo dio todo por la libertad de Cuba, pero que a su vez no supo honrarla como debía.

Nota: 

En la obra de Miguel Barnet, "Biografía de un cimarrón" hay una entrevista con Esteban Montejo, un cimarrón que por entonces se encontraba residiendo en un asilo de ancianos en la Víbora, y este le confesó que Quintin "era un negro resentido" 

".... A mi me han dicho que iba a la guerra por los negros. Lo vide varias veces. En Mal Tiempo y después. A Mal Tiempo llegó tarde y con poca gente. Había tenido otros encuentros antes. Allí se apareció con dos muías, dos mujeres y unos cuantos hombres, pero muy pocos. Los españoles le tenían pánico. Ni en pintura lo querían ver", dijo Esteban y agregó..

Siempre les jugaba la cabeza. Se les escapaba, se burlaba de ellos y al que pillaba frío se la cortaba. Antes le preguntaba: "¿Cómo te ñamas?" y cuando el español iba a decir su nombre le contestaba: "Te ñamabas", y le cortaba la cabeza". 

Maldita Hemeroteca
Jorge García.

Notas: sobre esto último, varios historiadores plantean que solía hacerlo pero solo con los voluntarios cubanos al servicio de España que caían prisioneros, pero jamás a un soldado español. De hecho, se dice que sentía una curiosa afinidad con ese país, e incluso llegó a justificar la resistencia española por seguir reteniendo a Cuba a como diera lugar.

Le proponemos otro trabajo de Quintín Banderas con más información todavía, pinchando en este link.